Volviendo a la isla. Instrucciones para ser un capullo

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Juan Antonio Gallardo «Gallardoski»

Usted también puede, si le pone un poco de interés al asunto, convertirse en un verdadero capullo. En uno de esos especímenes de la especie que dios o su asalariado más célebre; Satán, crearon el día que el peyote florecido allá por los viejos campos del norte del lindo Méjico les sentó falta y dijo Dios, ciego de psicotrópicos;

– Hoy tengo ganas de hacer alguna diablura.

 Y Satán, claro está, atento a una oportunidad para sobresalir en aquella congregación de ángeles mustios y obedientes, exclamó; ¡

¡Esta es la mía! 

Y de la costilla de un hombre justo y bueno, sacaron al gran capullo en persona, padre de todos los capullos que después en el mundo han sido. 

¿Qué necesita usted para ser un verdadero capullo? 

Bueno; la maestría en este oficio se va, como en todos los oficios, adquiriendo poco a poco.  Puede comenzar su singladura hacia las agrestes costas de la antipatía entrando en los bares por las mañanas y no dando los buenos días a nadie. 

También puede chasquear los dedos para llamar la atención del camarero o, incluso, puede sisear. Si hace todo esto a la vez, apunta usted maneras.

También es muy útil para la licenciatura en malaje, si conduce usted un automóvil, tener siempre presta la mano en el claxon a poco que la señora que cruzó el semáforo en ámbar demore su andadura. 

O si, por mor del demonio aquel que le antecede en la cola se ha despistado una fracción de segundo al cambiar el mismo semáforo a verde, tocar el pito otra vez, rezagando la mano en el mismo, para que suene agudo y largo ese claxon y  que sepa el mundo entero que usted va camino de convertirse en un perfecto capullo. 

Ya ve que no resulta demasiado complicado. Más claves: 

Cuando el fontanero que le está resolviendo el atasco en el váter, porque usted no va a hacer caso jamás al cartel de la comunidad de vecinos donde se pide, ¡se ruega!, que no echen ni los hombres ni las mujeres las toallitas higiénicas en la taza, pero usted en su taza del váter y en su casa hace lo que le sale de los huevos, decíamos que cuando el fontanero ande sudando y mareado por  la hedentina que desprende el sifón y sacándole las mierdas de su WC , métale prisa al obrero.

Dígale que tiene que ir a la playa, al chiringuito, porque tiene una paella encargada para las dos de la tarde. No se apiade de la fatiga humana y ponga cara de asco por la peste. 

Cuestione luego la factura y regateé como cuando fue a Marruecos y se compró esa chaqueta de cuero regalada engañando a un morito. 

Diga con gran convencimiento: 

-El IVA me lo quitas, me lo quitas que no está la cosa para tanto IVA. 

Si, ya de paso, puede meterle una pullita buena al gobierno más progresista de la historia y a su afán recaudatorio, hágalo. 

Diga: Atajo de ladrones y diga: ¡Quieren que terminemos como en Venezuela!

El fontanero lo mismo vota a VOX, porque hay gente para todo, y puede que acaben  los dos tertuliando en plan guay, allí en el váter. Con la peste a mierda. 

Ya ve, amigo, que no es muy complicado el grado superior de capullo de España. 

Cuide, no obstante los detalles:

No saque jamás los intermitentes en las glorietas, que eso es como una cortesía y a un buen capullo, a un capullo pata negra,  la cortesía y la educación se la sudan. 

Diga muchas cosas como esa: me la suda, que le den por culo, muertos de hambre, piojosos, chusma. Enseguida se darán cuenta alrededor de que acaba de llegar un capullo. 

Explote cohetes por cualquier motivo; romería, fiesta de guardar, triunfos balompédicos y si la vecina tiene un perrete que se horroriza ante la mascletá , aplique la excelencia de su vocabulario de capullo: me la suda, que se jodan… ya sabe usted. 

Pida la fruta en la frutería con el dedo índice extendido para que le den las dos ciruelas más ricas del canasto y escrute la balanza para comprobar los gramos exactos de su compra, no le vayan a engañar los pícaros tenderos. 

¡Aquí va todo el mundo a robar! Exclame con gran convencimiento. 

Mire a las muchachas como un perturbado cuando pasen por su lado, como si tuviese usted derecho a esa agresión visual, porque van medio encueros. 

Ponga motes a los transeúntes a los que no conoce de nada: el calvo, la gorda, el alfeñique, el perro flauta, el maricón,  el negro…

Si se enfrasca en alguna discusión con sus amigos (si le quedara  alguno, claro) asevere sin rubor tras cada frase:

 “Lo que yo te diga” “¡Qué sabrás tú!” “Tú es que no te enteras” o “Cuando tú vas yo vengo”

Si hace usted caso a estas sencillas instrucciones que tan amablemente desde aquí le regalamos, puede usted considerarse tranquilamente un perfecto capullo. El gran capullo en persona. Y tal vez, como premio por su contumacia en el fastidio y la grosería, le regalemos una entrada para el próximo concierto de José Luis Campuzano “Sherpa” donde se interpretará la bonita balada Heavy “bombardea un cayuco” 

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