La trastienda

Enrique Romero Vilaseco, Opinión

La otra memoria histórica 

Enrique Romero Vilaseco.- Desde que el infame José Luis Rodríguez Zapatero, obsesionado con la muerte de su abuelo, un agente doble que intervino en la represión de Asturia por mor del golpe de estado de 1934 llevado a cabo por el PSOE, su sindicato hermano de UGT, y ERC, con el apoyo también de la CNT, la FAI y el PCE, rescató el guerracivilismo que ya los españoles habían superado con la transición y la llegada de la democracia, la izquierda más radical no ha parado ni un momento en agitar el avispero de lo ocurrido en aquella cruenta guerra civil. Los partidos de izquierdas con todo su aparato propagandístico al frente, lleva años inoculando la falsa idea de que en dicho enfrentamiento había un bando legítimo y bueno, y otro bando golpista y malvado. Esa deriva peligrosa nos retrotrae a tiempos pasados en el que los españoles terminaron matándose unos a otros, en una terrible contienda. Guerra Civil que debería servirnos de escarmientos para jamás volver a repetir aquellos trágicos acontecimientos.  Hablar sobre la Guerra Civil española y sobre la llegada de la II República necesitaría una ingente cantidad de artículos y un debate sosegado sobre aquellos convulsos años, en los que la sociedad española se dividió en dos bandos irreconciliables cuyo resultado fue los miles de españoles que murieron en la misma. La aprobación de la mal llamada Ley de Memoria Histórica, aprobada el 31 de octubre de 2007, sólo incluye lo acontecido entre los años 1936-1939, y desde esa fecha al 1975, dejando fuera de dicha ley todo lo ocurrido en los años anteriores a julio de 1936. Sin remontarme muy atrás en el tiempo, y dejando a un lado la primera década del siglo XX y los años 20 del susodicho siglo, es conveniente recordar ciertos acontecimientos históricos que los partidos de izquierda han obviado por su propio interés. Hechos como: el pacto de San Sebastián del 17 de agosto de 1930, donde se preparó un golpe de estado contra Alfonso XIII, al que se sumaron en octubre del mismo año  el PSOE y la UGT; la sublevación de Jaca del 12 de diciembre de 1930 (golpe de estado fallido contra la monarquía de Alfonso XIII), llevada acabo por los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández; la sublevación del aeródromo de Cuatro Vientos de Madrid (otro intento de golpe de estado contra la monarquía de Alfonso XIII, tres días después del que tuvo lugar en Jaca), cuyos protagonistas fueron el general republicano Queipo de Llano, sí, han leído bien, General republicano, junto al comandante de aviación Ramón Franco, hermano de Francisco Franco Bahamonde, sí, de nuevo han leído bien, Ramón Franco,  el hermano republicano del que posteriormente sería vencedor en la guerra civil. La “Sanjurjada” del 10 de agosto de 1932, y que causó en Madrid 10 muertos y 18 heridos. Según el ilustre y mejor historiador de la guerra civil, Stanley G. Payne, “entre enero de 1932 y enero y diciembre de 1933 los activistas de la FAI-CNT emprendieron tres insurrecciones” Según dicho historiador ocasionó más de 200 muertos. 

                   Hay que sumar a esos acontecimientos históricos reseñados anteriormente las quemas de iglesias y conventos, bibliotecas, centro de enseñanzas, colegios…, que tuvo lugar entre los días del 10 al 13 de mayo de 1931, no había pasado ni un mes desde la proclamación de la II República. En Sanlúcar intentaron quemar el convento de capuchinos, que fue asaltado por una turbamulta de indeseables que terminaron borrachos perdidos, ya que acabaron con todo el vino que encontraron en las despensas conventuales. Gracias a la cogorza que cogieron se salvó de la quema el Santuario de la Virgen de Regla, que era el próximo objetivo para los asaltantes.

                        A la lista de hechos ocurridos antes del año julio de 1936 hay que sumarle los aproximadamente 196 muertos en 1931, los 190 en 1932, los 311 en 1933, los 1.457 en 1934, los 46 en 1935 y los 428 en 1936. Destacable fue la masacre de Casas Viejas, que tuvo lugar entre el 10 y el 12 de enero de 1933, y cuyo máximo responsable fue Azaña, cuyo gobierno estuvo a punto de caer por tales sucesos. Por último, destacar el asesinato de José Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936, que fue ya el detonante del estallido de la guerra civil.  Por lo tanto visto toda esa serie de hechos históricos y muchos otros que quedan en el tintero, la República no fue para nada un oasis de democracia y mucho menos “vínculo luminoso de nuestro mejor pasado”, como declaró el pasado 14 de abril en el Congreso de los Diputados el, también infame, actual Presidente del Gobierno. Todos estos hechos históricos y todas las víctimas caídas antes de julio de 1936 no merecen el reconocimiento de la mal llamada Ley de Memoria Histórica.

                                  

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