Volviendo a la isla. Prejuicios.

Gallardoski

Juan Antonio Gallardo » Gallardoski».- La célebre flama británica se abisma en las gasolineras. La gente -por muy británica que sea- termina a mamporros en cuanto se siente amenazada. Si las tristes imágenes de esas pendencias nos llegaran desde el Ecuador, diríamos que claro… que estos indios no conocen civilización ni mesura, que pese a la gloriosa evangelización de nuestros ancestros, sigue el salvaje solapado en lo más hondo. 

Mi amigo, el poeta peruano Antonio Cillóniz, cuando la indignación por algún asunto lo sublevaba y lanzaba un improperio gordo, solía decir: “me salió el indio” Él lo decía en tono halagador para con el indio y sus arrojos, pero el lenguaje es asunto bien peliagudo y campea de vez en cuando como una constatación espontánea del prejuicio.

A mí los ingleses me caen muy bien. La música que más me gusta es la que ellos hicieron popular en el mundo entero, pese a que naciera del lamento de los negros en los campos de algodón norteamericanos, pero ellos supieron darle la suavidad que el oído europeo necesitaba para asumirla como propia. 

Su literatura, su teatro, su poesía y su cine forman parte del acervo cultural de nuestra época. Y esa distinción de muchos guiris cuando pasean por el sur de Portugal o de España,  y piden todo por favor, o cuando se sientan en pareja en nuestras terrazas a beber sus botellas de agua mineral y a mirar al paisanaje sin decir ni una palabra, no sé; me reconforta, me hace gracia. 

Una vez le pregunté a un conocido inglés, magnífico guitarrista de jazz, cómo era posible que fuesen tan gamberros los hinchas de los equipos de fútbol cuando van por ahí, de tourné rabiosa, partiéndolo todo y pegándose con todo el mundo. 

Mi amigo me dijo que los ingleses que yo veía pasear apaciblemente por el sur, eran los mejores. Los que habían decidido huir del frío, de la lluvia y de la encorsetada vida de aquella isla. Y que los hooligans se parecían más al inglés medio, que esas cadenciosas y correctísimas parejas sexagenarias que tanto me asombraban a mí con su delicadez y sus modales. 

Puede ser. Eso explicaría la cantidad de piñas que se están dando por lo de la gasolina. ¿De qué serían capaces de faltarles, no sé; el agua, el alimento? 

Los del partido Vox aullarían de gusto viendo a una congregación de, pongamos gitanos ¿también son malos, no? O de negros africanos dándose hostias en una estación de servicio, pero como son los cafres esta vez anglosajones y la movida es a cuenta del Brexit, que ellos ven con simpatía, no dicen nada. 

Por cierto, en cuanto uno habla del partido VOX, salta un vocero (o voxero) a decirle a uno que está faltándole el respeto a los tres millones y medio de votantes de esa fuerza política. El argumento, por llamarlo de alguna forma, no puede ser más peregrino, pero además uno piensa que toda esa gente que les votó no serán como Abascal, o como esa señoritinga espeluznante que abronca a las periodistas y nos parece ver en su tono de arrogante clasista, la forma en la habrá de relacionarse con el servicio la señora de voz dulce y mirada terrible.

Pobre de quienes tengan que trabajar bajo su yugo. A mí me mira como miró a la periodista la Olona esa, y me da el día. 

Me debatiría entre la rabia de decirle alguna grosería y habérmela callado, porque yo soy un caballero, y la melancolía de saber que el ser humano no tendrá remedio mientras unos estén tan convencidos de que son más que los otros por su situación económica y social.

Para que se vea que no es uno tendencioso cien por cien, añado aquí que el otro, el Abascal, no me parece a mí que sea de esa calaña. Es un facha de trinchera, marrullero y agreste, pero me da la impresión de que será educado con sus sirvientes. Yo qué sé, lo mismo son todos encantadores, los tres millones y medio. 

Lo malo es lo que defienden y a los que atacan, siempre a los débiles, que ellos creen que son muy fuertes y muy poderosos. 

Los ocupas, las mujeres, los homosexuales, los comunistas, los negros…un lobby que maneja el mundo y por eso, como puede ver cualquiera que no esté ciego por la propaganda progre, viven de puta madre. 

Los ocupas, mejor que ellos. Y los negros,  que se han acostumbrado a comer todos los días tres y hasta más veces. Y los homosexuales, que hacen que un hetero cualquiera sienta mucho miedo de sus burlas y sus agresiones si se les ocurre besar a su pareja en el metro. Y los comunistas que están todos colocados por el coleta, gran filántropo de las huestes del demonio. Y las mujeres, que un día sí y el otro también andan por los juzgados y los servicios de urgencia después de haberse pegado ellas mismas un coscorrón contra una puerta para que les salgan hematomas y cosas que permitan detener al macho. 

En fin, que como ellos tienen sus prejuicios, yo también tengo los míos y como todos los prejuicios son a priori injustos y malintencionados, nada me gustaría más que equivocarme. 

Eso lo digo sabiendo que ellos y ahora sí que me afirmo; los tres millones y medio al completo, están equivocados, porque ese no es el camino.

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